jueves, 25 de octubre de 2007

Entropia

La nada es absorbente, consume todo lo que existe para convertirlo en nada misma. Y la destrucción es tan grande, es tan fuerte que no hay resistencia posible ante su poder, ante su ímpetu insaciable que eventualmente llevará al universo a su fin.

En algún momento tuve miedo del agujero negro, porque no lo entendía. Creía que era una anomalía, una falla en el espacio-tiempo que destruye el delicado equilibrio del universo. Y mientras yo luchaba contra la idea del agujero negro, éste se hacía cada vez más grande. En poco tiempo gran parte de mi universo había sido devorado por el agujero, y yo mismo estaba siendo atraído por él. Ya estaba rendido, completamente resignado a morir en la singularidad. A medida que me acercaba al agujero, atravesando el horizonte de sucesos, pude mirarlo mientras caía en él a una velocidad infinita. Y en esos pocos segundos comprendí la verdadera naturaleza de la singularidad. Mientras mi universo era colapsado en un sólo punto de destrucción y muerte, ví la calma. Dentro del agujero todo estaba en paz. Todo se había reducido a un solo punto infinitamente chico. Todo había sido despojado de su energía y su calor, era el punto más bajo de energía, el punto de equilibrio. La incesante lucha por mantener la vida, por no dejar que las cosas caigan ya no tenía sentido. Dentro, todo había caído. Mis brazos habían caído, en la muerte ya no había necesidad de nada. Era la nulidad. La destrucción del universo había traído la calma, la había devuelto. La nada es el estado natural de las cosas, el vacío, la desolación es su forma pura. Las cosas que conocí como el universo, nunca existieron, nunca fueron reales. Nada podía ser más real que la singularidad, era ése el estado real, duradero, eterno, de un lugar sin espacio ni tiempo. Y todo lo que yo había conocido, mi vida, mi planeta, mi cielo de estrellas, nunca había sucedido realmente. Todo lo que daba por sentado, todo aquello que creía por cierto, era el sueño de un loco. La creación de un dios inexistente que nunca pudo haber creado algo tan ilógico. Ese mundo temporario era la arruga en el infinito espacio de la nada absoluta. Nada podía sobrepasar el punto más bajo de energía, y era el momento de aceptar que mi existencia es sólo una parte de la no-existencia, así como lo que llamamos vida no es más que una extensión de la muerte, un delirio, una anomalía. Ahora que esa aberración llamada vida desapareció esfumándose en su propio sueño de existencia, podía dejar de ser para convertirme en la nada misma y contemplar el vacío en una perpetua oscuridad.

Nada es más poderoso que la destrucción, nada se salva al fin último de la existencia, cuando se acepta la devastación como única verdad. Lo único absoluto es la muerte, el único destino es el olvido, que nos curará de la enfermedad que es la vida para convertirnos en lo nulo, lo indefinido. Para abandonar nuestra absurda pretensión de ser algo.

jueves, 18 de octubre de 2007

Cambios

Hace bastante que no escribo en el blog ni escribo nada literario. De hecho, hasta me cuesta leer. Tardé bastante en terminar El Invencible, de Stanislaw Lem y ahora tengo por la mitad Criptozoico de Brian Aldiss.
Anoche, mientras veía de vuelta Carretera Perdida, una de mis películas favoritas, me puse a reflexionar sobre los errores que cometí al escribir los cuentos que figuran en el sitio, y por qué no me gustan.
  1. No hay que dar moralejas. Lo interesante sería hacer historias que inviten a la reflexión, pero sin una visión polarizada. No concluir la historia con un mensaje de qué está bien o mal, de cuál es el camino correcto. Nadie puede saberlo, y mi juicio no tiene que formar parte de mi visión.
  2. Los cuentos son demasiado concretos, viven en un mundo bidimensional de cartón, todo se da por sentado. Esto hace que no hay posibilidad de maravillarse, no hay sorpresas, las historias son tan aburridas como la vida misma. Hace falta abstracción, hacen falta hechos sin explicación, y no un manual de causas y efectos de primer grado.
  3. La mayoría de los personajes son rígidos, predecibles, chatos y vacíos. No tienen cualidad humana, no dudan, no temen. A veces sufren, pero cuando lo hacen es como un legado, sufren porque tienen que hacerlo, porque son demasiado imbéciles para esquivar el sufrimiento.
Hay más errores, pero creo que se entiende el problema. Y si hay alguien que tiene el poder de arreglarlo, no soy yo. Sos vos.
Les dejo los archivos originales de los cuentos publicados en la página. Modificalos, alteralos, destruilos y reconstruilos. Si tenés ganas enviame la versión mejorada a mi mail, con tus datos para poder darte el crédito en el sitio.
Son Creative Commons, así que las modificaciones podés ponerlas en tu propio sitio, sólo tenés que hacerlo bajo la misma licencia y mencionar que soy el primer autor.