sábado, 27 de septiembre de 2008

Desidentidad

Conforme pasan los días estoy cada vez más enfocado en mi trabajo, a tal punto de no poder hacer ninguna cosa. Entonces viene a mí un recuerdo de una época en la que odié tanto todo lo que era que quería borrar mi memoria, mi identidad y mi personalidad.

En esa época llegué a destruir gran parte de lo que había hecho, como mis dibujos, y tiré mucho de lo que tenía acumulado, objetos que evocaban recuerdos. Era la época que pinté mi pieza de un blanco mate, cubriendo los graffitis que había hecho con mis amigos años antes.

Fue una época delirante, tenía el delirio de que podía volverme una hoja en blanco si me desligaba de todo lo que me ataba a mi pasado, pero me llevó a un gran sufrimiento cuando me dí cuenta de que perdía mucho sin ganar nada más que una idea de pureza absurda.

Nunca recuperé mi vida como había sido hasta ese momento.

Hoy en día estoy volviendo a experimentar ese vaciamiento, esta vez por el trabajo, el cual en cierta forma me gusta (y eso ya es mucho, nunca me había gustado un trabajo antes) pero me absorbe completamente.

Siento como me voy desdibujando, como me diluyo en un vacío absoluto hecho del menjunge hueco de los valores sociales, esas mierdas transitorias que en el fondo no valen nada.

Los límites que yo mismo me puse para definirme, esos NO que uno a veces tiene que imponer para hacerse valer, se están rompiendo, y con ello llega una gran aceptación de lo que nunca debería haber sido aceptado.

Mis recuerdos se evaporan, no los recuerdos técnicos o enciclopédicos sino los recuerdos personales, las memorias propias que ningún otro podría tener. No me acuerdo cuándo fue la última vez que me sentí feliz. Ya no me acuerdo cuándo fue la última vez que besé a una mujer, no me acuerdo bien de la última vez que tuve sexo.

Y no siento lo mismo. Escucho mis CDs viejos y no siento la fascinación que sentía antes, como platos que me enloquecían y el sabor ya no es igual... todo es plano, chato, tibio, fofo, blando... como yo mismo. Como mi identidad cada vez más débil.

Las líneas se siguen borroneando.

Por momentos me olvido quién soy. Quizás yo ya no sea quien pensaba que soy, y de última el ser que llamo yo no es más que una imagen interna, más compleja que la imagen que le muestro a los demás pero no por eso menos falsa.

¿Quién soy?

No sé quién soy.

No sé si alguna vez fui algo.

No sé si lo que fui tuvo un valor real en mí, ya que fue demasiado transitivo y temporal.

Cada tantos años me reciclo en otra persona, conservo el nombre, conservo la dirección física de mi casa, al menos hasta ahora.

Pero por dentro no soy el mismo.

Y me doy cuenta cuando me encuentro con los demás, con gente que no cambia tanto, esa gente que puede mantener una misma personalidad a lo largo de los años, quizás porque no se odien tanto a sí mismos como lo hago yo.

Cuando me encuentro con ellos me doy cuenta de que cualquier cosa que nos unió en el pasado fue circunstancial. Y que no compartimos nada en común ahora... en el fondo, no soy la misma persona que ellos creen que soy.

Me pasó con compañeros de primaria, de secundaria, me pasó con Giselle, con los scouts y con algunos compañeros de Telecentro.

Ahora me vacié de vuelta, soy otra vez un papel en blanco esperando generar algo que me pueda llenar de vuelta, algo que prometa completarme.

El trabajo me vuelve un autómata, la obsesión por hacerlo bien me roba la vida, pero yo odio mi vida y como todo debe ser destruida para dar lugar a una nueva vida.

Me pregunto ¿Cómo será mi próxima versión?

domingo, 27 de julio de 2008

Ser interior

Desde hace mucho tiempo estoy viviendo una doble vida. Ya no me acuerdo cuando empezó. Hay dos "yo", dos facetas muy diferenciadas y casi antagónicas, dos seres en lucha.

Está mi yo verdadero, mi ser interior. Mi espíritu. Este es el ser que con cierto esfuerzo se puede llegar a conocer al tratarme en persona. También puede ser descubierto leyendo entre líneas en todo lo que escribo, buscando las ideas de fondo en todo lo que comunico.

El otro ser es el cascarón exterior, la fachada. Una identidad creada para agradar a los demás, una personalidad que es lo que los demás esperan. Algo entendible, algo que encaje en los parámetros que crearon.

En este momento llevo a los dos "yo" dentro mío. Y me molesta la situación. Pero no me molesta del modo que estás pensando. No me molesta la indefinición, porque yo ya lo tengo definido. Ya tomé partido.

El tener que vivir la doble vida me trae muchos problemas. La gente me ve viviendo de una manera, pero cuando indagan hay incongruencias, inconsistencias muy grandes como para dejarlas pasar por alto. Pero necesito vivir de esta manera ya que la cáscara alimenta al núcleo, consigue el dinero y me hace pasar como uno más en la sociedad.

¿Pero cuál es la necesidad real? ¿Acaso el núcleo desea ser alimentado por el cascarón? Habría qué preguntarse qué es lo que quiere el espíritu, cuál es el anhelo de mi ser interior.

Porque lo que realmente quiero, lo que deseo por dentro, no me lo puede dar el exterior. No me lo puede dar mi "costra social", y no me lo puede dar la gente que me rodea.

Ese ser interior cada vez siente (siento) más opresión de la corteza. Como dije antes, hay una lucha. El espíritu quiere emerger y tomar total control, para evitar ser sofocado por la influencia externa que me encausa hacia un camino que aborrezco.

Es obvio que ya no hay convivencia posible, y una de las dos facetas debe desaparecer. Una de las dos vidas se tiene que terminar, para dar lugar a la plenitud de la otra. Y la que quiero que muera es la exterior.

Claro, si el ser exterior muere seré incompatible con la sociedad que me rodea. La sociedad como estructura tiene un mecanismo de defensa que sistemáticamente destruye a los seres libres a los cuales teme. Los seres libres son la transistasis, dejan la puerta abierta al cambio, no le tienen miedo a lo diferente porque son lo diferente.

Y si, estoy demasiado cansado del estado latente y larvario. Quizás sea hora de que la lucha se dé finalmente, y ver si la uniformidad puede consumirme o yo puedo darle batalla.

lunes, 28 de abril de 2008

Cielo

Alcé mi vista al cielo, un cielo plomizo, oscuro, depresivo, riguroso y lleno de odio.

Yo creía que no había odio en mi corazón, pero al ver ese cielo gris y amenazante comprendí que era un reflejo de mi propio odio y violencia. Para cualquier otro, hubiera sido sólo un cielo muy nublado.

Todos esos sentimientos, características e impresiones que le endilgaba a ese cielo, provenían de mí, yo los estaba generando. Así fue cómo descubrí mi propia oscuridad, atormentado por mis visiones bajo un cielo inclemente.